Se abrieron las ventanas, necesitábamos aire fresco, dos buenos sillones y un gran tazón de té para acompañar nuestras ideas. La pulcritud del blanco que arropa cada pared, cada detalle; la clase del negro y su elegancia, el olor a madera en pleno centro y ese brote que empieza a florecer.
Preparados para rellenar el abecedario, letra a letra, a medio camino entre la A y la Z, donde las palabras cobran vida en los medios, se adaptan al formato y crean contenidos.